Síndrome de Estocolmo



Durante años estuvo a su servicio: lavando los platos, fregando los suelos, limpiando sus zapatos. Le dolía la espalda y las articulaciones. Pero, aún así, encontró un hueco para trenzar.

Utilizó todas las telas que encontró: los flecos de la alfombra y los jirones de las cortinas; todo bien cortado para que tuviese la misma longitud. Y luego lo fue trenzando hasta hacer unas gruesas lianas que hubieran sostenido a cualquier persona de su tamaño.

Él descubrió las lianas y creyó que ella buscaba escapar. Así que empezó a permitirle usar el jardín. Ella pensó que él, en el fondo, tenía un corazón tan grande como su estatura. Y siguió trenzando hasta fabricar un sombrero de tela que cubriese su calva y así, juntos, salir a pasear al sol.

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